XXII Encuentro Nacional de Clubes en Palmira Valle

 

XXII Encuentro Nacional de clubes de automóviles antiguos y clásicos en Palmira Valle del Cauca

 

Textos y fotos: Camilo Ernesto Hernández Rincón
Especial para www.carrosyclasicos.com

“Quienes tienen un carro antiguo son buenas personas”

Esta frase pronunciada por el Dr. Julián Domínguez Rivera, Presidente de la Cámara de Comercio de Cali en la inauguración oficial, resume quizás uno de los aspectos más hermosos del XXII Encuentro Nacional de Clubes: La humanidad detrás del motor añejo. La misma persona que cuida de ellos no sólo los disfruta, sino que involucra al entorno en su goce y le devuelve algo además para hacerlo aun mejor. Prueba de ello está en el computador donado a la Escuela de Música de Ginebra en medio del almuerzo del sábado 15. Otro retazo de bondad subyacente es el reconocimiento de una nueva generación de jóvenes herederos de la conservación histórica del automóvil nacional: Niños y adolescentes involucrados en la afición de sus padres ya forman oficialmente parte de este maravilloso legado, así algunos aun hablen a media lengua. Adelantándonos al final, el reconocimiento generalizado por el éxito del certamen hacia sus organizadores, en cabeza de Jacobo Vaisman Donskoy, dejó la satisfacción del deber cumplido y el deseo de seguir adelante, así haya varadas, grúa de por medio y a veces impaciencia.

 

Este portarretratos en donde las personas son el alma de los carros, se exhibe con orgullo en la antesala para ahora si mostrar la casa: El Valle de Cauca con sus cañaduzales, su salsa y su sol radiante recibió con este encuentro uno de sus mejores regalos con motivo de su centenario. Originalmente se había fijado su realización en Medellín desde el año anterior; pero se decidió el intercambio de lugar para aprovechar el festivo de mayo y hacer coincidir el del 2011 con el desfile de la Feria de las Flores. El municipio de Palmira acogió en el seno del Centro de Investigación de Agricultura Tropical CIAT a participantes oriundos de Bogotá, Medellín, Cali, Pereira, Bucaramanga, Ecuador, Panamá e Italia. 268 personas en 137 automóviles se alojaron tanto en el CIAT a la vera de la autopista a Cali, como en el hotel H&M en el centro de Palmira. El viernes 14 arribó todo el mundo a inscripción, no sin antes pasar por la rampa a donde subía cada carro para sesión de fotos mientras sus ocupantes sonrientes sostenían un cetro de caña de azúcar. El CIAT acostumbrado a ver deambular por sus instalaciones camiones cañeros y casi toda la flota Nissan último modelo de sus funcionarios, daba refugio desde ese día a vernáculos coches de hace ochenta años, deportivos alemanes e ingleses (los más abundantes), pick ups jubiladas y colecciones de cromados de Detroit de los años cincuenta.


Justamente su amplio bulevar de palmeras esbeltas era el mejor marco de entrada y salida desde el día siguiente a todas las actividades del programa. En la mañana, el museo rodante que el Valle recibía por regalo enfilaba motores hacia la Hacienda Piedechinche; sede del tradicional Museo de la Caña. Al entrar a esta hermosa hacienda se podía volver a escuchar mentalmente la descarga salsera de una de las mejores series televisadas de Colombia; “Azúcar”: realizada hace veinte años en sus instalaciones, y de las que reposan algunas fotos testimoniales en sus paredes. La invasión de carros antiguos hacía sentir el ambiente como un capítulo más de la serie; pero sin la maldición de la familia Solaz encima, y si con la bendición del sol y la historia. A medio día hacia la sede del tradicional Festival Musical del “Mono” Núñez, los desprevenidos ginebrinos veían circular la banda de autos que daban su mejor concierto, legando la donación antes mencionada a la Escuela de Música, cuyo conjunto de niños amenizó el almuerzo. Regreso en la tarde, fiesta en la noche, mercado de las pulgas a la mañana siguiente, y por la tarde del domingo 16, desfile por las calles de Palmira, y a la noche, el sensacional cierre con pasarela a cada Club a bordo de un carro representativo: El Club Clásicos que fue el gran organizador por el Valle del Cauca, y a su lado como invitado el AAAA que entraba oficialmente al seno de la Federación Nacional de Clubes de Autos Antiguos y Clásicos en ese momento. Por la capital del país asistían el CLAC y el Club Museo JARRAS. La ciudad del desfile de la Feria de las Flores emplazó al CLAM y al ACLA. Representantes del CLAS recorrieron Colombia de una punta a otra para hacerse presentes por Santander. Sólo en carácter monomarca estuvo el Mercedes-Benz Club de Colombia, y venido de la mitad del mundo, el Classic-Garage asistió desde Quito.


Los tres tenores
¿…y como se puede escribir esto sin lo más importante? En un encuentro como estos hay de todo… especialmente autos. Se echaron de menos algunas máquinas que ya se volvieron tradición; pero en cambio abundó lo que sería imperdonable que faltara: Calidad. Una buena cantidad de Ford A dotaban del debido sabor histórico al encuentro. Los Mercedes, aunque menos abundantes, se hicieron sentir con el bellísimo “Adenauer” 1956, entre otros miembros de la estrella de tres puntas. Triumph, MG, Jaguar, y en especial un par de simpáticos Lotus Elan seguían como reinas salvadas más por sus dueños y restauradores que por Dios. Porsche llevó sus 356 y 911, y desde luego, algunos de los mejores representantes estadounidenses de todos los tiempos: Ford Thunderbird y Mustang, Corvettes para el que quiera todo el poder de Detroit a la californiana, Dodge 1948 o Dart Coupé de 1967, Pontiac Catalina  1954 o Cadillac 1961, los musculosos “chicos malos” de la GM: El GTO y el Camaro, entre otros. Alfa-Romeo por Italia y Toyota Celica y Datsun Z desde el sol naciente. El deporte de competición puso en la grilla al tradicional Ford A Speedster o al Chrysler 1931. Sólo un representante de la doble tracción, el AM General con remolque, y cuatro Pick Ups que en su largo kilometraje pareciera que nunca hubiesen cargado una cosecha de fruta: De Ford, la bella A que viajó hasta Argentina y la F100 bifaro de 1960, y por Chevrolet, la 6100 azul 1957 y la Apache dorada 1958. Mención aparte merece la colección de cochecitos de pedal para niños que más de una pataleta infantil (o deseo de adulto por hacerla) provocaron: Al azar, el codiciado Streamliner de los años cuarenta, el Land-Rover azul de la familia Sedano, o el tractor naranja de AMF: La misma de las pelotas de bolos o de las Harley-Davidson de los años setenta. Todos ellos también restaurados y valiosos como los de verdad.


Pero hubo tres ejemplares icónicos del XXII Encuentro Nacional de Clubes de Automóviles Antiguos Y Clásicos: El primero de todos fue precisamente el que inspiró su imagen corporativa: El opulento Nash 8 serie 890 de 1931 en color negro. El único de todos que no circuló por estar exhibido permanentemente en recepción. La foto de su radiador y faros sirvió de emblema al Encuentro, y más aun, tener el mérito de ser un trabajo de restauración pasado de una generación a otra. La perfección de sus detalles demuestra artesanía y recursividad. El otro fue el más antiguo de todos, y también el más raro: Para quien nunca haya oído hablar de la marca Essex, asociada con la antigua Hudson, este fue el mejor momento para conocer un impecable ejemplar de 1922 de radiador plano negro y carrocería faetón pintada de vinotinto. Este par de rarezas tenían que ganarse su espacio en estas líneas por exclusividad; pero en la rampa de presentación y en el corazón de todos está en el bus corto Ford 1956 carrozado en Estados Unidos por Excel. Este simpático bus que por años llevó alumnos en un colegio de Bogotá fue adquirido por el Club Clásicos de Cali hace un tiempo, y ahora con placas tan azules como su carrocería en forma de capullo de gusano de seda, fue el transporte oficial de quienes no llevaron carro al encuentro. A la larga, sus pasajeros gozaron como colegiales recién salidos de clase, y al final del encuentro, fue subido a la rampa de presentación en medio de la ovación de la concurrencia que se moría por subir a él. Quizás el aplauso compartido entre todos y este maravilloso bus salvado por siempre del triste destino de sus similares y convertido en patrimonio histórico, termina de demostrar que la gratitud hacia los objetos al servicio de las personas hace aun más humanos a los aficionados al carro antiguo y clásico.

 

El autor desea agradecer a organizadores y participantes que le permitieron estar dentro del Encuentro, sin cuya colaboración, este cubrimiento habría sido imposible.

 

 

 

 

 

 

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