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La Epopeya del Kaiser

La empresa Industrias Kaiser Argentina fue formada sobre la base de una asociación de capitales y asistencia técnica estadounidenses, con capitales y mano de obra argentinos. Respaldadas por su experiencia en el país de origen, las compañías Kaiser aportaron la iniciativa, parte del capital, maquinaria y conocimientos técnicos. Se dieron los primeros pasos y el impulso inicial, en procura de lograr una meta: dotar cuanto antes a la nueva empresa de autonomía y hacer que la mayoría de las acciones se tomaran en el país en que se establecía, para constituirse en una empresa realmente argentina.

El 19 de enero de 1955, por decreto del Poder Ejecutivo Nacional, y luego de una negociación tan novedosa como ejecutiva para nuestro país(1), se aprueba el contrato (que había sido firmado en octubre de 1954), para radicar la primera industria de automóviles en territorio argentino.

Por Franco H Cipolla
Especial tomado de La Voz del Interior, Córdoba-Argentina para www.carrosyclasicos.com



Unas cuantas firmas estampadas al pie del contrato ponían en movimiento una de las operaciones industriales más importantes, que resultó todo un alarde de capacidad e imaginación. El 19 de enero de 1955, el Iame (luego Dinfia), la Kaiser Motors Corporation, la Kaiser Engineers, División de la H. J. Kaiser Company, daban origen a IKA, empresa a la que correspondería iniciar en nuestro país(1) la instalación y funcionamiento de la primera planta integral dedicada a la fabricación de automotores.

Tres localizaciones de plantas fueron puestas en consideración: Rosario, Córdoba y Buenos Aires. Debía elegirse el mejor lugar de acuerdo a las estimaciones de inversión de capital. De todas formas, surgió algo que simplificó la tarea: el brigadier San Martín informó a la gente de IKA de una oferta que había recibido de parte de Rogelio Nores Martínez para donar 30 hectáreas en el barrio cordobés de Santa Isabel. La familia Nores Martínez poseía extensas tierras en el área y pensaba que, con el desarrollo de la nueva automotriz, los alrededores de su propiedad seguramente enaltecerían su valor. Luego de la visita a los terrenos, llegaron a la conclusión de que era el lugar ideal para la construcción de la fábrica, y así, a las 30 hectáreas donadas IKA les agregó otras 45 que compró a fin de futuros planes de expansión. Dos años después, fueron adquiridos otros terrenos adyacentes, llegando de esta forma a las 225 hectáreas.

La firma del contrato en Buenos Aires desencadenó una serie de tareas paralelas que se iniciaron en los puntos más opuestos. Ingenieros especializados en Buenos Aires, Oakland y Toledo desarrollaron las tareas de preparación y confección de planos para guiar a los contratistas en la construcción de las obras. El equipo industrial más completo que haya llegado a Latinoamérica fue preparado y embalado desde distintos lugares del gran país del Norte hasta el punto de embarque, con sus correspondientes movimientos de transporte y carga en los barcos que los llevarían hasta el puerto de Buenos Aires.

Más de nueve mil toneladas (¡nueve millones de kilos!) en equipos recorrieron miles de kilómetros hacia su nuevo destino. Unos 300 embarques fueron necesarios para trasladar la maquinaria. Con ella, arribaron casi 100 técnicos –acompañados de sus familias– para supervisar la operación, poner en marcha la planta y formar el personal especializado que habría de sustituirlos.

Desde Buenos Aires hacia la vieja estancia de Santa Isabel comenzó un tránsito ininterrumpido de materiales y hombres, en una formidable empresa del ingenio humano. Se precisaron 600 viajes de camión para trasladar los elementos indispensables.

Día clave
El 12 de marzo de 1955 era removido el primer terrón de tierra en Santa Isabel y una flotilla de tractores y niveladoras y un ejército de técnicos: ingenieros, agrimensores, constructores, etcétera, trasladaban al terreno cordobés las previsiones que hombres de Oakland, Toledo y Buenos Aires habían volcado en planos y cálculos, en tablas y recomendaciones. Las paredes no habían sido terminadas aún y ya era instalada la maquinaria.

Algunas cifras pueden dar una idea aproximada de lo que significó como esfuerzo la labor de 13 meses: la planta de fábrica, compuesta a su vez de planta de prensas, planta de ensamblaje, planta de motores y depósito, requirió 80 mil metros cuadrados cubiertos que, en material, significaron dos millones de ladrillos, nueve millones de kilos de cemento, 10 mil metros cuadrados de estructuras de hormigón armado, 92 mil metros cuadrados de pavimento de hormigón, cinco millones de kilos de acero, 30 mil metros de tubos fluorescentes para la iluminación y seis mil metros de vías de ferrocarril, entre otros elementos. La construcción e instalación del equipo estuvo a cargo de 40 contratistas.

Al mismo tiempo era montada la organización administrativa y de ventas que pondría en el mercado la producción de la planta. El personal empleado en total llegó a ser de 3.500 personas. Centenares de industrias nacionales afines recibían una poderosa inyección para incentivar y mejorar su producción.



Todo comenzó con el Jeep
El 27 de abril de 1956 se ponía en marcha el primer Jeep argentino. IKA había alcanzado su primer objetivo y las sierras cordobesas, desde el horizonte de la vieja estancia Santa Isabel, velaban ahora esta nueva etapa del quehacer nacional.

A los 145 días de comenzar la producción, salía de la planta el Jeep número mil. Los primeros automotores fabricados en Córdoba por IKA tenían el 39 por ciento de material nacional y un 61 por ciento importado. A los tres meses, la proporción era de 63 por ciento nacional contra el 37 por ciento importado. Para 1957, la cifra de importación había sido reducida apenas al 20 por ciento. La meta final era llegar a un contenido argentino tan preponderante que sólo serían importados aquellos elementos que resultara inconveniente producir en la Argentina por ser fabricaciones que exigían, para ser económicas, un volumen mucho mayor al requerido por el mercado argentino. Este saldo final incluía la importación de materias primas que, a su vez, disminuiría sensiblemente al comenzar su producción la planta siderúrgica de San Nicolás.

 

 

 

 

 


El gran complejo industrial de Kaiser, en 12 años de la historia productiva del país, llegó a ocupar en relación de dependencia directa a más de 20 mil trabajadores en sus plantas de IKA (Santa Isabel), Icksa, Aviones Lockheed-Kaiser, Transax, Ilasa, Perdriel S., Metalúrgica Tandil y Siam Automotores.



Inserción en la sociedad
La empresa colaboró, además, en el desarrollo y proyección social de la ciudad de Córdoba, creando establecimientos educativos como la Academia Argüello, la Escuela Anglo Americana de Alta Gracia y el Instituto Técnico IKA; promoviendo la cultura a través de la Bienal Americana de Arte; impulsando el deporte con los Juegos Interindustriales Nacionales; y apoyando a instituciones de bien público, como el Cottolengo Don Orione. Durante el mayor período de ese tiempo, James McCloud ejerció la presidencia del directorio de Industrias Kaiser Argentina SA, desempeñándose en la secretaría Manuel Ordóñez.

La confianza que IKA depositaba en el país no era menor que la que el ciudadano argentino depositaba en IKA: al ofrecerse en suscripción pública la primera serie de acciones, el 1º de abril de 1955, –164.935.000 pesos (moneda nacional)– se colocaron en unas horas, hecho sin precedentes en la historia financiera del país. De 2.400 vehículos (utilitarios) en 1956, se pasó a 12.033 al año siguiente y a 22.776 en 1958, con 2.419 unidades Kaiser Carabela que sólo tenían un 20 por ciento de piezas importadas.

En 1959, inicia la producción la planta de Forjado. En noviembre del mismo año, IKA firma con la Régie Nationale des Usines Renault un contrato de licencia y asistencia técnica para la fabricación de vehículos de la línea francesa. En julio de 1959 entra en funciones el comedor para el personal de la fábrica, con una capacidad para 1.500 comensales por turno. En enero de 1962 son fabricados los primeros Rambler, en virtud de un acuerdo con la empresa American Motors Corporation de Detroit, Michigan. El 2 de setiembre de 1962 es inaugurada la planta de tratamientos electrolíticos, una de las más completas y modernas del país. En el mismo año es abierto el Instituto IKA con una escuela modelo de enseñanza técnico- industrial, gratuita y becada, autorizada por el Consejo Nacional de Educación Técnica.

 

 



En 1956 fueron fabricados 2.400 Jeep y Pick-up Jeep en dos tipos de tracción. En 1957 estaba en la calle la Estanciera y en 1958 el Kaiser Carabela, primer automóvil de gran turismo fabricado en la Argentina. Al cumplir IKA sus 10 años, la línea de automóviles producida en su planta de Santa Isabel llegó a ser la más completa que ofrece empresa alguna del país: cuatro modelos Renault: Dauphine, Gordini, R4L y R4F. Seis modelos utilitarios: Jeep, Pick-up, Jeep Estanciera (y versión taxi), Jeep Furgón Utilitario, Jeep Gladiator (500 y mil kilos) –en versiones doble y simple tracción– y Carguero, y cuatro modelos Rambler: Classic Custom, Classic de Luxe, Classic Cross-Country y el Ambassador 990.

 

 



Para 1966 estaba en producción el Torino (cupé y sedán), desarrollado íntegramente en el departamento de ingeniería IKA.



Los proveedores
En paralelo a Industrias Kaiser Argentina, son creadas muchas industrias menores autopartistas y de muchas fuentes de trabajo que, con el tiempo, irían ampliándose a cifras increíbles; el diseño de equipos eléctricos de los vehículos y, en ese momento fundamental, la creación de proveedores para la industria automotriz, hasta ese momento inexistente. Esta fue una tarea muy importante, ya que significó convertir fabricantes de licuadoras, lavarropas y torneros en abastecedores de una industria exigente. Para eso hubo que enseñarles a leer planos, obtener materiales especiales, medir con equipos de precisión y hacer ensayos de vida con sus productos. Al principio, ninguno de ellos tenía este tipo de instalaciones, por lo que IKA comenzó produciendo esas piezas e indicándoles qué procesos debían corregir para lograr una calidad adecuada, en dínamos, arranques-bobinas de encendido, baterías, instrumentos, etcétera. IKA llegó a tener 1.500 proveedores industriales, que llegaban a 2.900 si se consideraban los de otros renglones. Estos desarrollos dan una idea de la epopeya que logró hacer unidades con casi el ciento por ciento de piezas nacionales. Esa colaboración mutua había hecho realidad algo que antes parecía utópico: fabricar cinco o seis automóviles con el equivalente en divisas que exigiría comprar uno similar en el exterior.



En 1964 –por ejemplo– salieron de la planta de automotores de Santa Isabel 50.042 vehículos, en los que la proporción de partes importadas no excedía un promedio del 10 por ciento, y en algunos bajaba hasta el tres por ciento. El aporte al parque automotor argentino, en ese mismo año, fue computado en alrededor del 31 por ciento del total de vehículos producidos en el país (el 69 por ciento restante era distribuido entre 12 empresas), en tanto que en las áreas de algunos modelos la proporción llegó en ciertos meses a más del 49 por ciento. Mientras la planta terminal realizaba un intenso esfuerzo productivo a lo largo de sus nuevas líneas de fabricación, el aporte de la industria abastecedora nacional crecía hasta alcanzar en junio de 1964 la cifra de 1.200.000 pesos, casi el triple del promedio mensual de abastecimientos suministrados en el primer trimestre del ejercicio 1963-64.

En 1963, por primera vez en el país, una empresa argentina, Somisa, produjo con materia prima nacional chapa de acero laminado en frío para el estampado del panel lateral único de Rambler. La pieza sustituía a un conjunto de numerosas partes estampadas y significó para el vehículo un incremento sustancial en su rigidez estructural y reducción de peso. Su fabricación integral en el país fue el fruto del esfuerzo conjunto de ambas empresas.




Escalonamiento combinado
La estructura de la fábrica de IKA era un escalonamiento de trabajos y planes que se desarrollaban combinados, de tal forma que engranaban y complementaban unos con otros, aunque conservaban la autonomía entre ellos, y dependían de una cabeza principal, la gerencia principal, o de planta. El departamento de gerencia general contaba con varias ramificaciones que cubrían la totalidad de las necesidades organizativas de la fábrica, constituidas por los departamentos de ingeniería, finanzas, comercial, producción, materiales, relaciones industriales y otras divisiones (forja, producciones industriales, etcétera).

En la construcción del proyectado auto se empleaban materiales que llegaban a la fábrica en bruto (chapas para carrocería, planchuelas para bastidores, aceros para cigüeñales, etcétera), piezas manufacturadas que eran adquiridas a proveedores (generadores, motores de arranque, instrumentos del tablero, etcétera) y piezas de fundición, que, luego de maquinarlas en fábrica, formaban los blocks, tapas de cilindros, carcasas del diferencial, etcétera.

En síntesis, IKA era un ejemplo notable que reflejaba los principios que los Kaiser –Henry, Edgar y Henry Jr– establecieron siempre: “Dondequiera que estuviéramos, así fuera Australia, Ghana o Detroit, nosotros –cuenta McCloud– éramos alentados a formar parte de la comunidad y a participar al máximo de nuestras posibilidades. Siempre se ponía de manifiesto que empresa y personal eran realmente una unidad que satisfacía el lema de Kaiser: ‘Together we build" (Juntos construimos)”.

 

Nota de la redacción: Este artículo fué publicado en el Diario La Voz del Interior de Córdoba Argentina el pasado 13 de marzo de 2005. Se transcribe textualmente por autorización expresa de su autor Franco H Cipolla y por considerarlo de interés para nuestros visitantes

 

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