Terminada la segunda guerra mundial, la industria del automóvil en Estados Unidos estaba lista para comenzar de nuevo con la producción de vehículos para uso civil. Atrás quedaban tres largos años en los que la gente no podía comprar modelos nuevos. Durante este tiempo había desaparecido la oferta de vehículos, mientras que la demanda estaba represada y creciendo a la espera de los nuevos productos que se fabricarían en las plantas que habían dedicado su capacidad instalada a suministrar material de guerra: Aviones, tanques y municiones.

Por: Roberto Nigrinis

Los primeros modelos aparecidos, eran muy similares a los que se producían antes del conflicto bélico, con muy ligeros cambios. Por tal razón la gente esperaba vehículos verdaderamente nuevos y no sólo maquillados.

Un personaje ligado a la industria del automóvil vislumbró un gran negocio. Su nombre Preston Thomas Tucker (1903-1956), antiguo empleado de Cadillac, Ford, Studebaker, Stutz y Chrysler, lo que le permitía poseer grandes conocimientos sobre autos, mercadeo y ventas de los mismos. Con este perfil profesional pulido, sumado a su iniciativa y astucia, Tucker decidió que iba a construir un auto verdaderamente nuevo y original. Ayudado por sus habilidades comerciales, comenzó a reunir el dinero para llevar a cabo su proyecto. Recibió en arriendo del gobierno, una gran fábrica en Chicago, la cual había producido motores para los aviones B-29. Contrató al diseñador Alex Tremulis, quien trabajó en el modelo dándole la figura definitiva. Tucker trabajaba contra el tiempo, pues sus acreedores e inversionistas esperaban resultados pronto. Tucker trabajando de la mano de sus ingenieros y de su equipo de diseñadores, pensaba en un auto muy seguro, fuerte y espacioso donde pudieran viajar comodamente 6 jugadores de fútbol americano, además que debería ser un vehículo muy potente.

Diseñó suspensiones independientes para las cuatro ruedas, motor trasero de 6 cilindros con inyección mecánica de gasolina, enfriado por aire y frenos de disco. Las suspensiones funcionaron muy bien desde el principio más el motor no tanto. Producía muy poca potencia y debió ser sustituido por un motor Franklin usado en helicópteros pequeños y no enfriado por aire sino por agua, que producía 166 HP en lugar de los 88 HP del motor inicial.

Los frenos de disco tomados del diseño de los que se utilizaba en algunos aviones mostraron gran debilidad y el sistema debió ser reemplazado por las tradicionales campanas. La caja de cambios automática, fue diseñada por el mismo ingeniero que ejecutó la Dynaflow usada en los Buick, con la ventaja de que el sistema creado para el Tucker (Tuckermatic) usaba únicamente 27 piezas en lugar de las 120 habituales en este tipo de cajas. Además, el conjunto mecánico está anclado con sólo 4 tornillos, para permitir un montaje y desmontaje muy rápido y sencillo.

La seguridad abarcaba 67 aspectos diferentes; el tablero de instrumentos era acolchado, botones de mando fabricados en materiales no tan rígidos y ubicados detrás del timónúnicamente al alcance del conductor y para evitar lesiones a los ocupantes. Adicionalmente, pensó en cinturones de seguridad, pero fue persuadido con el argumento de que el comprador pensaría que estaba comprando un “carro peligroso”. La carrocería era muy aerodinámica. Contaba con 4 puertas y en la parte frontal sobresalía un tercer faro central, que se utilizaba en carreteras de montaña. Esto como respuesta a un estudio que se acababa de dar a conocer, que concluía que el 65% de los accidentes en carretera durante la noche, se debían a la falta de iluminación en el momento en que se tomaba una curva.

Mientras avanzaba el proyecto y luego de la presentación del primer auto, la necesidad de fondos llevó a Tucker a buscar más dinero para continuar con el trabajo. Para ello, comenzó a vender franquicias a los futuros concesionarios e ideó un plan para comercializar accesorios para los autos Tucker (radios, maletas para viaje y forros para las sillas). Logró su objetivo, pero esto despertó las sospechas de la SEC (Comisión de Seguridad e Intercambios del Gobierno Norteamericano) quienes iniciaron una investigación, que algunos afirman, fue instigada por los grandes fabricantes de autos, competidores de Tucker que temían el éxito de este proyecto.
Además, para agravar la situación la investigación y los sumarios fueron filtrados a la prensa, haciéndo hincapié en detalles del trabajo de producción del auto que no funcionaban muy bien, o en la calidad y confiabilidad del auto, sin tener en cuenta que no eran modelos definitivos sino prototipos.

Se produjo pánico entre compradores potenciales, concesionarios, proveedores y accionistas, que reclamaban por sus intereses. La planta fue cerrada y sus empleados despedidos. Tucker fue llamado a juicio y finalmente absuelto, pero el mal ya estaba hecho. Su fábrica y sus activos fueron rematados; únicamente se alcanzaron a fabricar 51 Tucker Torpedo 1948, de los cuales 47 sobreviven y funcionan perfectamente. Uno de estos autos se puede cotizar actualmente en más menos 300.000 dólares. Muchos expertos coincidían y aún hoy coinciden en afirmar que si a Tucker le hubieran permitido trabajar y producir su novedoso y revolucionario automóvil, hubiera cambiado la historia y habría hecho tambalear a los grandes y tradicionales fabricantes de autos de Detroit. Preston Tucker intentó establecerse en Brasil. Allí, construiría el modelo Carioca apoyado por inversionistas locales, pero esto nunca sucedió, ya que murió de cáncer en el pulmón en 1956. En 1988 Francis Ford Coppola, llevó al cine la historia de Tucker y de su auto. La cinta fue protagonizada por Jeff Bridges, y llevó el nombre de "Tucker la historia de un sueño". (The Man and Dream)