Tres Populares que entraron en la historia

Estos tres sencillos automóviles ensamblados en Colombia no necesitaron ser modelos exclusivos ni costosos para merecer el honor de portar las deseadas placas que los acreditan como modelos antiguos dignos de ser conservados y disfrutados.

 

 

Estas tres historias no pasarían de ser para algunos una extravagancia de desocupados o la exageración de lo corriente; pero para quienes amamos al automóvil y reconocemos en él una extrapolación de los anhelos, sentimientos y acciones que proyectamos los seres humanos, es una feliz mezcla, en parte de acontecimiento histórico con final de cuento de hadas.

Por: Camilo Ernesto Hernández Rincón
Fotos: Camilo Ernesto Hernández Rincón, Efraín Sánchez, Diego Andrés Domínguez, Mauricio López  y Roberto Nigrinis V.
Especial para
www.carrosyclasicos.com

 

Desde luego nunca figurarán estos hechos en los textos de historia pues no tienen la trascendencia del grito de la independencia, la fundación de un municipio o la firma de una constitución nacional. Ni siquiera de cualquiera de los triunfos deportivos que de vez en cuando nos hace sentir triunfadores; pero el homenaje que se le hace en estas líneas cumple esa función. Sus personajes no son héroes pero de cierto modo se asemejan y nos acercan un poco al mágico reino de lo humilde que alcanza la redención. Al igual que la Cenicienta o el Patito Feo representan una lucha de mucho tiempo hasta alcanzar un sitial de honor merecido y reconocido por aclamación popular, y ahí es donde reside el mérito de esta crónica: En lo recorrido de este año, tres carros populares mayores de 35 años, construidos por ensambladoras colombianas, estrenaron oficialmente sus placas azules de banda blanca bajo la categoría de automóviles antiguos. Más exactamente dos Renault 4 y un Simca.


Érase una vez…


El hecho no tendría nada de extraordinario si no encerrara elementos muy especiales, casi de fábula o de cuento como para hacer películas de Walt Disney, tipo secuela de Herbie o Cars. Ese recordado filme inspirado en parte en un corto de animación poco conocido sobre un pequeño coupé azul llamado Susie (fácilmente localizable en YouTube). Fue la historia de un simpático carrito que tiene una vida feliz desde nuevo hasta que con el paso de los años ya no funciona como antes, es tristemente vendido como usado a un tipo cualquiera que lo descuida, pasando por el trauma de ser robado por un jalador, estrellado y abandonado en los patios como chatarra por mucho tiempo hasta que un adolescente lo compra y lo deja como nuevo en forma de un feliz Hot Rod, y colorín colorado…
El polvo mágico de alas que se derrama aquí sobre estos tres carros no es exactamente el de historias tan aparentemente difíciles como la de Susie, pues tuvieron la fortuna de caer en las correctas manos de propietarios amorosos y de ser utilizados con absoluta dignidad. Tampoco tiene hadas madrinas o villanos ni príncipes pero si tiene un trasfondo que se le acerca: sin hechiceros malvados; pero con una corriente de detractores que por fortuna es cada día menor en cuanto al criterio de conservación de autos populares que no era bien percibida entre quienes han preservado y elevado a la categoría de antigüedades a carros nacidos en el gran lujo y la exclusividad. Incluso de aparatos de amplia difusión mundial pero de conocimiento limitado en Colombia que han pasado a esta categoría por su rareza, a veces como sinónimo de esnobismo. De hecho, el drama de esta historia es precisamente una gran paradoja. Bien sabido es que cuanto más popular es algo, menos interesante y cuidado se vuelve. La popularidad ha sido al mismo tiempo la gran baza del Renault 4 y del Simca (al igual que de otros automóviles ensamblados en el país desde los años 60), como su gran desgracia. Estos carros de los que aun ruedan miles por toda Colombia, han conocido finales prematuros en algunos casos, e indignos en los más: Transformaciones de dudoso gusto con partes no originales, estados mecánicos y estéticos deplorables, víctimas del abandono o de la ignorancia de ciertos propietarios, acabando sus días útiles en las garras de la informalidad económica que los convierten en ventas ambulantes o en injertos que no le ayudan ni en su función ni en su aspecto, y que por el contrario dramatizan aun más sus debilidades congénitas de las cuales se pegan muchos para justificar su deterioro. Condenados a ser carros de bajo estrato, estos vehículos que en el pasado abundaban en las calles ahora corren peligro de desaparecer casi del todo, en parte por el natural reemplazo del parque automotor; pero también por la negligencia y hasta del desprecio del que terminan siendo víctimas, hasta que el buen recuerdo por servicios prestados a sus antiguos dueños en el pasado llega al rescate.


Igual, tampoco hay hadas o duendes buenos; pero la memoria colectiva que les reconoce a estos carros tan básicos el haber sido la primera adquisición valiosa de casa, cargar los mejores recuerdos familiares y hacerlos parte de una vida grata, ha conllevado a la creación de clubes nacionales encargados de su recuperación y del mantenimiento de su estirpe siguiendo la consabida tendencia mundial. Algunos propietarios agradecidos y amorosos han comenzado a conservar o restaurar estos carros y en torno a ellos su valor ha sido redescubierto y puesto al día como elementos fundamentales del tejido histórico nacional a una escala cercana, como cuando se le reconoce a una manifestación folclórica o cultural su estatus patrimonial o la elevación de lugares cruciales a la categoría de monumentos nacionales. Este renacimiento del carro popular que conoció su primera edad de oro en los coloridos años setenta de la “bota-campana”, la balada romántica y las urbanizaciones UPAC que surgían en las ciudades colombianas se debe a muchos factores: Internet generó un gran tejido virtual de seguidores que nunca dejaron de reconocer los grandes momentos que les brindaron estos autos que por mucho tiempo se sintieron solos en la realidad; pero que generaron lazos en la virtualidad de la red. Revistas especializadas extranjeras como la “Motor Clásico” española les daban toda la razón a quienes tenían Renaults, Simcas, Minis o “Topolinos” del mismo modo que al dueño del Rolls-Royce o del Ferrari GTO de subasta en Christie´s. El fenómeno del clubismo monomarca en Estados Unidos, Europa y Argentina se hacía ejemplo para Colombia y ha comenzado a redirigir la tendencia del automóvil antiguo a lo que en España se conoce como “clásicos populares”. Lo único que faltaba era que estos sencillos coches de calle tuvieran algo que efectivamente los distinguiera del resto de lo demás: Esas placas azules de franja blanca que sólo se distinguían en vernáculos Fords A, Cadillacs, MGs o Mercedes de alto coturno (en el más común de los casos en VW o Jeeps) eran el siguiente paso a dar. La hora de la consagración a la categoría de Grandes Carros Ilustres había llegado finalmente.

Renault 4 1974 NVD-179, alias “Piolín”


Siendo cada uno de estos tres casos sorprendentes a su manera, “Piolín” es muy especial. Es el único de los tres que ha llevado su existencia fuera de la capital del país: Salió de la planta de Envigado al concesionario Pasto Motors en la capital de Nariño donde fue adquirido por un médico que lo conservó el resto de su vida, dándole muy poco uso. Tan sólo cerca de 20.000 kilómetros originales. (como hecho curioso, hay otros dos carros similares del mismo modelo y en las mismas condiciones en Pasto). Su propietario murió y el carro entró en la sucesión de la familia. Un sobrino consciente del pequeño tesoro que tenía entre manos decidió venderlo en un conocido portal de Internet, pero catalogado como “antiguo” o de interés para coleccionistas. Ahí fue donde el restaurador pereirano Henry Rivera Castrillón lo localizó después de años de búsqueda de un buen ejemplar. Las fotos publicadas y unas llamadas por teléfono le hicieron girar el cheque (elevado pero justificable) y mandar por el carro en un camión niñera desde la capital de Nariño hasta la de Risaralda. Cuando el carro llegó a manos de su nuevo propietario, éste comprobó con satisfacción que no se había equivocado y que salvo el cambio de las cuatro llantas y detalles ínfimos, el hermoso R4 amarillo Mostaza de persiana cromada estaba mejor de lo que se veía, y gracias a su luminoso color se ganó su apodo alusivo al solapado canario animado de la Warner Bros. Aparecido eventualmente en un encuentro de antiguos en Quindío y en la página “El Carro Colombiano” se convirtió en inspiración para otros amantes de las “Renoletas”, algunos de ellos fundadores del Club R4 Colombia que siempre acariciaron el sueño de ver sus “amigos fieles” convertidos en carros históricos. De esta compra y consabida difusión pública pasaron tres años de espera, hasta que en el primer semestre del año en curso se hizo el consabido trámite con el beneplácito del Club de Automóviles Antiguos y Clásicos del Occidente Colombiano en Cali ante el ente oficial de tránsito de Pereira. El peritazgo arrojó un puntaje final de 96,22 sobre 100; el concepto final decía escuetamente “Felicitaciones!!!”.


“Piolín” se convertía así en el primer Renault 4 colombiano en ascender al pedestal de los Grandes Carros portando con sobrados honores sus placas correspondientes, no sin antes ser objeto de una discreta pero significativa ceremonia que ameritó viaje desde Bogotá a Pereira por parte de miembros fundadores del Club R4 Colombia (una peregrinación que muchos querían hacer para comprobar que Piolín no era un “mito urbano” de Internet). El lunes 15 de junio fue la fecha fijada para el encuentro de unos testigos maravillados con lo que vieron: Originalidad hasta en detalles insólitos como los autoadhesivos de inspección de fábrica, la persiana cromada, el frasco de vidrio, o el peculiar sonido del motor 850 cc. (sin dejar de lado a los flamantes compañeros de garaje de Piolín), diálogo que va y viene, retiro de placas amarillas, limpieza y perforación, y al final, el instante tan esperado en el que por Bogotá Efraín Sánchez, Diego Andrés Domínguez, por Pereira Ahmed Quintero, Henry Rivera, y éste cronista, apretamos cada tornillo para fijarle a Piolín de una vez por todas sus nuevas matrículas históricas. El cierre fue una breve vuelta de los cinco por el sector de Cerritos que comunica a la salida al Valle del Cauca a bordo del “nuevo Antiguo” que respondía al acelerador como en sus mejores tiempos. De epílogo, la entrega de una Mención Especial a Henry y a su esposa, Olga Piedad Botero, también feliz copropietaria del célebre “renolito” que ese día alcanzó sus placas equivalentes a un “Honoris Causa”.


Renault 4 1972 AHA-558


Piolín se ganó en un “cabeza a cabeza” no declarado el honor de ser el primer Renault 4 en adquirir dichas placas certificadamente; pero no fue precisamente el primero en portarlas sobre su carrocería sino el segundo. Con diez días de antelación en Bogotá, en el Centro Comercial Hacienda Santa Bárbara, en el marco de la exhibición de carros antiguos organizado por el Club Clashics, Don Germán Valero retiraba las matrículas amarillas comunes para reemplazarlas con orgullo por las nuevas placas azules con blanco que lo certificaban con la misma distinción.

Don Germán es el actual propietario y responsable del actual estado de este vehículo de color azul grisáceo claro desde hace relativamente poco tiempo; aunque los documentos de propiedad están a nombre de su hija Silvia Paulina, lo cual no tendría nada de raro si no fuera por el hecho de que en toda la vida del carro la propiedad legal ha estado en cabeza de mujeres; pero sus conductores frecuentes han sido hombres. Salido en calidad de último modelo del concesionario Marcali por $63.000 (pero con un descuento de dos mil) fue adquirido inicialmente por un militar, al parecer colectivamente con otros como parte de una flotilla. La matrícula original se hizo a nombre de la hermana del mencionado comprador y estuvo durante un buen tiempo en sus manos, hasta que lo revendió a la esposa de un familiar: Un ingeniero que fue cliente constante del taller de soldadura de Don Germán y que le dio un uso eminentemente urbano. Pese al deterioro natural de los años, el estado del mismo fue admirable y Don Germán acarició la posibilidad de poseerlo, pues siempre le vio potencial como vehículo de conservación, planteándole negocio más de una vez.

Cuando el mencionado dueño anterior debió radicarse en Canadá se decidió la compra que tuvo lugar el 24 de diciembre de 2005 (mejor regalo de navidad no podía existir), y a partir de ese instante comenzó su recuperación a las condiciones actuales en manos de Ernesto Sarta y Sigifredo Leguizamón; mecánico y latonero cada uno, oriundos laboralmente en el pasado de la mismísima SOFASA, y por lo tanto conocedores de sobra de estos primeros modelos. La labor se hizo poco a poco pero con mucho amor y escrupulosa calidad que permitió la recuperación de elementos aparentemente comunes como los guardabarros originales, la consecución de los brazos de las plumillas, y especialmente una reparación general del motor que nunca había tenido. Estando a tiro de piedra de tenerlo listo, llegaron los contactos con el Club R4 Colombia y con el Club Clashics, por medio de un hijo de Don Germán. Estos fueron al taller para revisarlo, sugirieron correcciones menores, y se procedió a llenar los requerimientos para las nuevas placas de antiguo, proceso que tomó sólo dos meses. Fue invitado al certamen de autos antiguos de Hacienda Santa Bárbara en junio donde fue bautizado oficialmente como carro de interés histórico y la gente no dejaba de verlo por todos lados. Con satisfacción afirma don Germán Valero que las pocas veces que sale a la calle con él es parado en los semáforos por personas que quieren una foto y que lo felicitan con el típico gesto manual de O.K. por la condición de antiguo que tan bien demuestran las placas.

 

Simca 1204 1971 EVD-777 alias “El Llanero”


Pese a la novedad de ver Renault 4 con estas placas, que más que un documento legal en metal del carro son casi un fetiche para los amantes del automóvil, un Simca es más especial todavía por estar ya en la órbita de lo poco frecuente. Mucho más propenso a la desaparición temprana por su menor volumen de producción, y peor aún, por un injusto desprestigio generalizado que lo relegó muchas veces a la condición de vehículo “paria”, el tener como antiguo por lo menos un ejemplar del primer auto nacional de baja cilindrada y además primer competidor frontal del R4 en Colombia es una honorable proeza que con no menos orgullo recae en Mauricio López González.


Dicho Simca azul celeste es el único de los tres que ha estado en manos de la misma familia desde nuevo. Lo compró el padre de Mauricio en el concesionario Casa Toro y le dio uso como carro de la familia durante diez años, hasta que llegó un R4 a cumplir dicha función. Por fortuna el Simca no sólo no se vendió, sino que pasó a manos de Mauricio y sus hermanos que aprendieron a conducir en él, e hicieron carreras universitarias a bordo de su cabina con el tablero deportivo símil madera. Debido a su estado, producto de la conservación en manos de una misma familia, en el año 2000 fue tomado por Mauricio quien se decidió a devolverlo a sus condiciones primigenias, labor que pese a la aparente facilidad conllevaba retos especiales. Con la ayuda del Club Simca de Colombia que ha congregado aficionados en torno a este simpático carrito de motor trasero y tres volúmenes se fue poniendo a punto y estaba listo para pasar finalmente a la élite de máquinas históricas, consiguiendo las míticas placas en el mes de febrero. Este Simca no sólo se veía como salido del concesionario, o de foto para la revista Cromos de aquellos años, sino que estaba acompañado en casa de fotos, publicaciones, modelos a escala y hasta una mención especial a nombre de su propietario que lo usa frecuentemente para su transporte demostrando su valía, y lo exhibe con todos los honores en eventos. Precisamente la última vez que lo hizo en la muestra de antiguos convocada por varios clubes y la Feria Antiguomotriz en CAFAM-La Floresta, recibió uno de esos elogios que demuestran que lo grande se inclina ante lo pequeño: el propietario de un Jaguar felicitó a Mauricio por el Simca diciéndole que estaba mejor que su flamante carro inglés. “por lo menos el suyo tiene placas, el mío todavía no”.

 


Tres fábulas y una moraleja


Estas tres historias que más que final feliz lo que tienen es una continuación aun mejor en exhibiciones, desfiles y eventos varios, al igual que ciertas fábulas infantiles arrojan algo parecido a una moraleja, que más bien es una invitación entusiasta a quienes posean carros como estos o sepan de quienes los tengan: Algunos de los mejores automóviles antiguos que existen en el mundo no han sido exactamente los clásicos de marca aristocrática o carrocería a la medida del dueño, sino precisamente los carros sencillos salidos por miles de las fábricas reconocidas que fueron comunes en las calles. Así como dos R4 y un Simca alcanzaron esta distinción durante el presente año, fácilmente lo puede hacer aquel R6 o R12, o el “Topolino”, o el Dodge Dart o 1500, o el Zastava, o el Polsky que reposa en el garaje de la casa de uno o del vecino con un poco de cariño y paciencia. Hoy en día para tener un buen antiguo no se necesita arruinarse buscando ejemplares míticos de hace 50 años, y menos aun si son exclusivos. Existen aun para alegría nuestra aquellos representantes tempranos de la industria nacional que están alcanzando los 35 años mínimos para llegar al estatus de antigüedad; aunque no todos en las condiciones que se debe. Tristemente muchos están más cerca de los patios que del museo y forzosamente los perderemos, a menos que algunos dueños conscientes y agradecidos con sus máquinas rescaten lo que tienen, lo muestren con el mismo sentido de pertenencia, y si se animan a devolverle la juventud de cuando fueron cero kilómetros, buscar las mismas placas azules con blanco, y así compartir con el mundo, y especialmente con los colombianos un pequeño pedazo de historia que muchos admirarán con una sonrisa y algo de diálogo cuando salga del garaje a la calle, o mejor todavía, a un desfile…

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