Era como este

Los niños suelen en ocasiones dejarse atraer por cosas inimaginables. Algo que invariablemente le ha pasado al niño que alguna vez fuimos todos los que hoy somos adultos.

 

Continental Mark II 1956

Por: Julián Afonso Luís

En mi caso, desde niño siempre experimenté una particular atracción por las construcciones viejas y abandonadas, al igual que por los carros abandonados a partir de una condición básica muy buena. Es decir, no chocados, ni destrozados en forma alguna; simplemente envejecidos y olvidados.

Entre mis favoritos hubo dos unidades en particular. Una limosina Packard Clipper 8 de 1946 sin motor que pasó a ser de mi propiedad cuando tenía 13 años y un Continental Mark II de 1956.

El Continental de mis recuerdos, el primer Mark II que vi en mi vida, era virtualmente idéntico a éste de la foto, excepto que "el mío" carecía de ruedas, parrilla y faros, aparte que los vidrios que le quedaban estaban parcialmente rotos. La carrocería daba ese mismo aspecto, porque el carro (que originalmente fue de color marrón) se había quemado en un incendio y ello, entre otras cosas, le hacía lucir un interior destrozado, con la mitad de sus componentes chamuscados y la mitad restante muy deteriorados a causa de las inclemencias del clima.

El Mark II en cuestión se encontraba desde hacía muchos años en un depósito de chatarra situado en plena Avenida Libertador. Al lado de este depósito había tres talleres mecánicos, dedicados a la reconstrucción y venta de vehículos antiguos (usualmente carros estadounidenses de los '40 y '50) que eran exhibidos en perfecto estado.

Packard limosina 1948

 

Recuerdo que al ver ese Continental quemado y colocado sobre un montón de chatarra a más o menos un metro del piso, quedé extasiado. Cada vez que pasaba con papá (al volante de su Skyliner) por delante del lugar, era obligado mirar y si papá no estaba muy apurado y/o no estaba de mal humor, se complacía en pasar por el corredor lateral (quienes conocieron la Avenida Libertador a la altura de Colegio de Ingenieros saben a lo que me refiero) a baja velocidad para que un servidor se recreara en la contemplación de aquellos tesoros cuyo nombre, modelo y año de fabricación me eran referidos didácticamente por papá.

Packard limosina 1952

En una ocasión ambos, papá y yo, nos sentimos atraídos por una impecable limosina Packard de 1952 o 1953 pintada de negro. A papá le atraía además el que nunca había visto funcionar un motor de ocho cilindros en línea. Así, él se detuvo (ya no tenía el Skyliner sino un Ford Fairlane 500 de 1972) y entramos al lugar. Allí nos dimos gusto examinando la limosina Packard, pero el deseo de verla funcionando no se materializó porque, según el dueño del lugar (un español muy decente), además de que esos carros estaban montados en burros para evitar daños a los cauchos y los frenos, los motores estaban "con mucho aceite" para evitar las consecuencias de no usarlos con frecuencia. 

Al salir del lugar, yo corrí al depósito de chatarra contiguo diciendo "ahora quiero ver ese carro". Papá puso su tradicional cara entre fastidio y admiración que traducía "qué mosca le habrá picado ahora a éste" y que ponía cada vez que yo hacía "una de las mías". Se acercó, se rio y me preguntó complaciente "¿a ver, qué quieres ahora?". Estábamos ya frente a la puerta abierta y señalé con la vista al Mark II. "Ah... ¿quieres ver el cagajón ese?".

Ford Fairlane 500 

Cuando papá vio el carro, dijo de inmediato "es como el de Billo" y agregó "es un Continental". Yo no tenía mucha idea de lo que estaba viendo. Era el primer Mark II que veía en mi vida. Pero me fascinó, incluso aunque a la vista era obvio que si ese carro llegaba a caminar alguna vez, solo sería a cambio de un gran esfuerzo en trabajo y dinero.

El carro estaba todo allí... pero todo estaba dañado. El fuego, sin consumirlo del todo, lo había quemado por todas partes. Papá en su juicio fue lapidario. "En su momento fue un gran carro, pero ya no sirve... esto está para botar. Qué lástima". No dejaba de tener razón, pero igual a mí me encantaba ese Mark II. Total que, ante mi insistencia, papá nuevamente me volvió a llevar al sitio pensando en que quizá lo vendieran lo suficientemente barato como para darme como regalo un montón de chatarra con el cual pudiera, con suerte, aprender las primeras nociones de mecánica automotriz, aunque nunca caminara.

Ford Skyliner 1959

Infortunadamente, bajo el credo de "yo se lo que tengo" el supuesto dueño de aquel Mark II -un tipo feo, basto, sucio, sin modales y mal hablado- pidió una suma prohibitiva por él... inicialmente insinuó que no lo daría por menos de Bs.20.000. Luego dijo que podría dejarlo en Bs.10.000 "de contado". ¿Qué tanto dinero era eso a mediados de los años '70? El Ford Fairlane 500 de papá, un carro nuevo y con apenas 40.000kms, costó en su momento Bs.18.000. Un montón de chatarra, por muy Mark II que fuera y mucho pedigrí que tuviera, era absurdamente caro incluso en Bs.10.000. Sobre todo porque no tenía placas, ni documentación alguna.

Ford Skyliner 1959

Total que nunca papá logró comprar el Mark II a pesar de ir para allá en otras ocasiones a preguntar. El dueño tampoco era precisamente un ejemplo en cordialidad, carisma y modales, sino todo lo contrario, así que tampoco hubo espacio para el "hablando se entiende la gente". Y en definitiva el Continental se quedó allí. Al cabo de un tiempo le pusieron unos rines de metal, de esos de múltiples rayos que dejaban unas formas huecas triangulares y que eran muy populares en las camionetas de carga y los rústicos. Luego desmantelaron totalmente el interior dejando solo el marco de los asientos y finalmente, hacia 1979, cuando el Metro de Caracas comenzó sus obras, la empresa tomó posesión de esos terrenos, desapareciendo los bonitos talleres donde reparaban y vendían carros antiguos.

Continental Mark II 1956

¿Qué pasó con el Mark II y el montón de chatarra sobre el cual estaba puesto? Pues lo que ocurre cuando ciertas cosas caen en manos de dueños intransigentes; cuando el Metro de Caracas ordenó desocupar esos espacios, todo lo que había dentro, sin distinción alguna, acabó montado en un camión y llevado a la fundidora de SIVENSA en Antímano, donde el lote completo fue pagado por kilo, como chatarra. Y es que aunque allí había de todo, nada valía más que como chatarra.

Continental Mark II 1956

Desde entonces siempre he soñado con tener un Mark II para mí solito. La vida me ha puesto cerca de concretar ese sueño en al menos tres ocasiones, pero ninguna se materializó.

Todavía espero que llegue la ocasión buena. Pero ojalá que no sea un Mark II en tan mal estado como el de la chatarrería de la Libertador.

 

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